domingo, enero 02, 2005

Nómbrame necesito tu voz para poseerme
Te quiero como una extranjera fuera de ti soy
mapa antigüo vasija de barro música que no pasa
atonía hueco mancha oscura turbiedad ruido
fuera de ti soy una todas fragmento coordenada
fuera de ti elijo amarte dentro de mí fecundación
niña envuelta en palabras mujer habitada Adriana
Ay del llanto primero tarde o temprano llorado
mi llanto que se encoge al borde de sí mismo
mi cuerpo que es el cuerpo de otro desposeído de mí intruso
voy a ti como a mí misma hierática separada
nadie engaña al miedo aunque salga al mundo
por la puerta trasera de la memoria disfonía
el llanto no ha cesado desde entonces
Soñé que había un hombre y me miraba
un canto a la deriva una tristeza larga
y yo que sólo hube de vivir para extrañarlo
deshice su presencia con palabras
intacta de ti soy desterrada de mí apátrida
decreto clausurada esta península y sus mares
del Golfo de Cortés al estero que ciñe la ensenada
desde la alta california hasta el periplo de mi sombra
sola envuelta en palabras quedo sin nombre
Mi cuerpo es un templo tomado por asalto
un despeñadero una llaga
perecedera la voz y el aliento la carne
esta boca que busca la hondonada del silencio
este pecho a merced de lo que crece y envenena
esta desmesura que acecha este abandono
artificio inútil de una clemencia no pedida
no hay consuelo suficiente
cruel es el tiempo de amar
uno el miedo
pesado el aire entrecortado el sueño
el ojo se abre al miedo en lo más hondo
ranura de luz eclipse calamidad pasajera
este cuerpo no basta para saberlo todo
para urdir la ciudad y el pasaje transitorio
desde este continente enfermo decreto
que soy más allá de este traje imperfecto
de estas manos que dibujan trazos en el aire
de esta voz que revienta la ola cerca de la piedra
de esta sangre marchita de este pecho derramado
de estas nubes esta prisión esta ceguera
por doquier la extensión de lo sagrado en mí
incluso en este archipiélago frágil y cansado
habré de enmudecer habré de preguntar acaso
silencio abandono perímetro de muerte
nada me salva quizá el amor y su presencia
te hubiera dado el mundo tigre
algún día habré de zarpar lejos de este continente
la flama habrá de extinguirse en un puño cerrado
tal vez una explosión un trueno o un incendio
la ruta ciega de una huída prudente e inconclusa
diré que alguna vez este cuerpo en llamas fue mío
como el gesto montado en la escenografía del rostro
la metáfora en los labios del falso poeta que he sido
digo que alta es la traición de este inútil polvo convertido
digo que no renaceré del dolor postergado de mi carne
que alguien suelte las amarras y las aves de sus jaulas
que alguien pronuncie el verbo y la pasión se haga carne
que nadie ahogue el grito ni la culpa secreta del alivio
que nadie descanse en paz la eterna siesta prometida
mío fue este cuerpo extranjero de sí corrompido
huérfano de silencio fue ajeno hasta el infinito fue
tres nudos adentro se alzan los cirios del desierto
sobre el paralelo veintiocho el tigre se desvía
sale de mis labios su nombre en llamas
lo pronuncio en silencio los labios negros
la sangre negra negro el destino y la desesperanza
miro la tierra sé cuál es su nombre verdadero
por qué la prisa si el destino siempre nos encuentra
en una esquina en una luz roja o amarilla debajo
de tus ojos de tigre encima de tus versos de tigre
tarde o temprano el musgo ahoga la piedra

¿a dónde pues esta vereda? sólo el camino solo
nada el camino no lleva a lado alguno
el camino es tierra firme puente escalera
pretexto de avanzada remedio contra el vértigo
vacilación momentánea promesa divina secreto
digo que habré de caminar sola como mujer sola
desde este peregrinar eterno decreto
que no hay más continente que este pedazo abultado
de tierra y árboles azules de este abrazo exuberante
de estos ojos que igual brillan y enamoran
¿quién que no beba de estas aguas se atreverá
a extrañar el viejo cántaro y sus curvas?
hubiera sido más sencillo claudicar
estar fuera de mí de sí de todos que son uno
del ojo maestro que todo lo controla y adivina
del hipócrita el lisonjero del erudito y traicionero
decir el discuro superficial y profundo de mi patria
desfilar con encanto femenino y complaciente
engolar mi canto volverlo predecible hasta en su acento
¿qué prosodia más fina que una voz beligerante e incisiva?
¿acaso la rosa sabe el por qué de su belleza?
¿acaso sólo el frío el calor el alba y el ocaso?
¿a dónde pues esta vereda? largo fue el camino
de avatares lleno de ángeles ligeros y temibles
de mundos que cabían en la palma de mi mano
también octubre engendra lilas de la tierra muerta
bajo el día que se adivina en el clarear del alba

mueres en cada hora que pasa y se desploma inmóvil
digo que no ha de cantar el pájaro lo juro
es mediodía
inútilmente el tiempo emerge de sus ruinas
estoy que soy ya es pasado
y sin embargo sueño
miro arder la ciudad desde lo alto
mientras la noche se instala en la memoria
negro es el exilio
negra la ausencia de dios

un gallo canta a lo lejos escucho
el hacedor de milagros suda en su sauna favorito
la miseria yace a la orilla de los confesionarios
es el vuelo circular de los cuervos
la anunciación de la muerte

ahora sé que el verano es una estación permanente
ahí donde yo sólo sea musgo sobre piedra
memoria de la tierra viento del norte
aridez de la palabra verso inconcluso sequía
porque todo llega y se va en un sólo instante
fugaz como el polvo de una estrella fugaz
como el vuelo de un ave en la orilla del cielo
ahí donde habite el silencio la mudez absoluta
música final de lo que se extingue y muere
peninsular mi amor circunda pacíficos y golfos
mares de rojas penas cirios que se yerguen
en bosques únicos bajo un sol tan alto como tu memoria
como altas también las traiciones de los que aman
o el odio que palpita en los más oscuros callejones
de mi cuerpo alguna vez suspiro interminable deseo
evocación mapa antigüo atlas de amor poema
de ausencia negra de silencio negro estás hecho
tu nombre duele lento en el dorso de mi mano
en la estrecha cavidad del puño en el golpe de mi voz
en estos hilos negros que brotan de mi pecho
sangre de mi sangre fuiste
sangre de mi sangre eres
tu nombre no es el mismo tigre gato reina alfil
letra por letra se deshace inmóvil y rotundo
esclavo de sí tirano de sí náufrago de sí eres
rumor secreto desolado rumor rumor apenas
si te arrojas al vacío serás libre
afuera hay sol
yo me visto de cenizas

el vuelo es la extensión de lo sagrado
somos los condenados a partir
a irnos siempre hacia algún lado
(el tiempo es el hemiciclo donde nos columpiamos)
movimiento manifestación
avidez de encarnar lo que nos constituye
siempre nos estamos yendo
sin habernos ido regresamos
no hay retorno
a pesar de la tristeza que inunda esta ciudad toda
no hay retorno
porque eres en mí porque somos
borbotones de sangre que escurren de la boca de dios
herida que no cierra perpetuidad
levedad que empuja el espíritu
ningún puente habrás de cruzar ninguna puerta
(la soledad es un fantasma que guardas bajo la almohada)
volverás a pisar las mismas calles
la misma sombra erigirá tu cuerpo
los mismos callejones te cercarán
volverás a esta ciudad que es cualquiera
a estas palabras que dicen una y otra cosa
que nos acercan al mundo nos separan
ningún puente habrás de cruzar ninguno
faltas en esta hora multiplicada infinita
angustia de pertenecer y no estar
no estar oh Dios no estar
yo grito tu nombre enferma
ay este pesar este no estar nunca
en algún lado esta huída permanente
este no llegar nunca este no llegar
y quedarse en la cornisa
de un enorme agujero imaginario
o unas venas abiertas
ay amor faltas amor demencialmente faltas
pretexto de furia el puntapié
desplazamiento
la ciudad es caricia
contemplación
mano en reposo
la noche entera se asoma
por una tristeza que es vapor asfixia
río de sal en la arista del ojo
abismal lúgubre silencio silencio

Homeradas

Siempre he dicho que escribo para exorcizar mis demonios. Pero al exorcizarlos los conjuro y entonces de pronto el texto es la arena, el espacio de lucha. Unas batallas se libran, otras simplemente se pierden por default antes de escribir siquiera el primer verso. Algunas, las menos, esperan el momento justo: ahí están, escondidas debajo de la almohada.

¿Can you feel it?

En ese proceso de desalojo, de desposesión, la batalla es un pretexto para el homenaje a las pelis, las imágenes, a todos los poemas, las rolas que me conforman. A los momentos más intensos, los prístinos y reveladores, los que ennoblecen mi espíritu, la sustancia y estancia, lo díscolo y cuerdo. Variaciones sobre el mismo tema. Reinvenciones. Re/creaciones.

(Entonces, sólo entonces, viene la voz propia.)

El poema es una batalla interminable, como interminable mi obsesión por reescribir y corregir textos -o posts- hasta desfigurarlos (ea, que no soy nada original... nada menos hoy leí que un escritor cuyo nombre no recuerdo, después de quince años asumió y publicó un ejercicio de reinvención de sus textos).

También mi batalla con la literatura parece ser interminable. Con la escritura. O interminable el oficio de seguir y seguir escribiendo. De leer. De alejarme y acercarme. De cambiar y permanecer. De serenarme y acicalarme a ratos las heridas o violentarme y rascarme las costras, convulsionarme. Interminable. Contradictorio. Extenuante. Purificador. ABLUcinante.

Sigue mi voz cantando una y otra cosa, diciendo versos que conducen a uno y otro lado: el mismo, casi siempre; colgados de la posibilidad y el encuentro, en el diálogo interno y eterno. Eternamente musical. Engarzando finamente mi prosodia, mi forma de alargar las notas o recogerlas del estómago a la garganta. Sucias algunas, claras y traslúcidas las menos.

¿Qué sería del poema sin la música?

Exacto. Es la música de fondo la que es mía. La melancolía. La soledad. La muerte. El gozo y la pena de estar viva. De arriesgarse, librar obstáculos, darse en la madre. Fluir y deslizarse: vivir.

Es "La música de lo que pasa". Como dijera David Huerta en su poemario.

La idea es que en Canto a la deriva el periplo sea evidente. Ese, finalmente, es el propósito. Un viaje que termine en el punto de partida. Un homenaje al tigre, al alfil, a El poeta que es y ha sido. Un homenaje -homeradas más, homeradas menos-, a los personajes que me definen. El pretexto: la vida y sus tribulaciones.

Míos son sus versos.
Así que cúmplase la ley ahora: despoje la lectura apegos y autorías.


El viaje ha comenzado.