viernes, agosto 01, 2008

De minificciones.

CIBERNIA

Alguien lee frente a la pantalla del ordenador. Se sabe observado.
Oprime un botón. Demasiado tarde. Una sombra lo persigue.



INSTINTO

Premonición. Un despertar violento. Silencio. La oscuridad del sueño
depositada, entera, en la vigilia. Los pasos, cada vez más cerca. De
nuevo la cabeza a la almohada. Instinto. El ejercicio apremiante de
otorgarle un ritmo suave al tropel de caballos de mi respiración.
Inmóvil, lo miro de reojo. Una sombra se mueve en la habitación. Sé lo
que busca. No hay demora en la oportunidad. El brillo de una hoja
platinada enciende de nuevo el motor de mis pulmones. Ignición. Dos
pasos y la sombra empuña la navaja. Cierro los ojos. El abandono
también es seducción. Instinto. El hombre se detiene. Voltea hacia la
puerta. Un hombre idéntico a él, lo mira. Lo último que recuerdo es el
sonido de la navaja estallando sobre la cerámica del piso. Ahora,
cuando camino por la habitación, procuro no molestar. Un hombre
desarmado sólo es una sombra de lo que fue.

Siempre lo supe: el miedo ata.

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