viernes, agosto 01, 2008

De lluvia.

I.
Llueve. Mis yemas ensayan la caligrafía del amor. Esta es la ventana
de mi memoria. Mi mano abierta definiendo el espacio. Mi frente
instalada sobre el frío de la superficie sólida. Líquida, en realidad.
Luego mis labios. El calor de mi cuerpo extendiéndose en una delgada
película. La materialización del deseo.


II.
Llueve. Mi lengua recorre tu nombre. Juego al cíclope como aquella
tarde en que aprendí a besar dándole la bienvenida a la lengua de
Claudia mientras mi mano, ansiosa, arrugaba la falda a cuadros de mi
uniforme del colegio. -Listo. Ya puedes besar a un chico, anunció
justo antes de que la Madre Lety entrara a buscarnos para unirnos al
ensayo de la pastorela en donde hacía de Vírgen María.


III.
Llueve. Ahora tu nombre está tatuado en mi lengua. La mano libre
descansa sobre el muslo. Reconoce el territorio. Tiembla y embiste.
Otra película, más densa, cubre una promesa de platino con diamantes
que me regalaste hace quince años. Esta vez mi nombre es el que
resbala por los dedos hasta que la lengua purifica lo nombrado. El
olfato desata los demonios de la memoria.


IV.
Llueve. No hay más música que el sonido de la sangre agolpándose en
las venas. La gota que estalla sobre el piso. La cabalgata del aire
enrarecido llenando el tórax y los bronquios -gimnasia del corazón-.
El deslizamiento táctil del navegante sobre el mapa. La geografía de
tu rostro, el canto de tu mirada.


V.
Llueve. Mi vulva ensaya la sinfonía del amor. Esta es la ventana de mi
memoria. Este tu nombre: Oscar.

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